¿Alergia o intolerancia alimentaria?
Algunas personas sufren alergia alimentaria, intolerancia o celiaquía tras la ingesta de determinados alimentos. ¿Cuál es la diferencia entre estos conceptos?
Recuerdo que hace apenas una década, era extraño escuchar hablar de celiaquía, intolerancias alimentarias y también de alergias a determinados alimentos. Y si eso era raro, encontrar productos aptos para el consumo de personas con estas patologías, ni os cuento. Poco a poco, la sociedad y las marcas de alimentos se han hecho eco de estos problemas y los avances en ciencia también permiten un diagnóstico más temprano y preciso de estas enfermedades.
A pesar de esta mejoría, son muchos los que siguen confundiendo los conceptos de alergia e intolerancia alimentaria, sin distinguir las características de uno u otro. Como os cuento a continuación, la clave para distinguirlas está en nuestro sistema inmunológico. Este sistema inmune del organismo es el encargado de protegernos frente a las agresiones externas e internas que se producen en nuestro cuerpo.
Alergia alimentaria
La alergia alimentaria se detecta de forma inequívoca porque en ella interviene el sistema inmune del organismo, que desencadena frecuentemente la reacción de hipersensibilidad mediada por la inmunoglobulina E. Vale, ¿y qué es esto?
Cuando nuestro cuerpo detecta una sustancia como extraña (en este caso el alimento, pero también podría ser el polen o los ácaros del polvo), nuestro sistema inmune crea una serie de moléculas que reciben el nombre de inmunoglobulinas E. Estas inmunoglobulinas han sido creadas de forma específica para detectar a esa sustancia extraña, de modo que si vuelve a entrar en contacto con el organismo, las inmunoglobulinas se unirán a ella y provocarán la típica reacción de alergia, con sus síntomas de sarpullido, vómitos, diarrea, dificultad para respirar…
Las alergias más comunes incluyen proteínas del trigo, la soja, huevos, leche, pescado, frutos secos o sésamo y se han de eliminar estos productos completamente de la dieta. Es frecuente que la alergia a huevos, leche, soja y trigo en los niños se supere antes de los 5 años, mientras que en la época adulta las alergias que más persisten son al pescado, al marisco y a los frutos secos.
La mayoría de las alergias alimentarias siguen este esquema en el que actúan las inmunoglobulinas E, pero existen otros casos en los que no actúan estas moléculas, sino las células del sistema inmune, como es el caso de la celiaquía.
Celiaquía
Como ya adelantaba antes, la celiaquía es una enfermedad en la que interviene el sistema inmune en un complejo proceso tal y como se muestra en la imagen inferior. Para simplificarlo, podríamos decir que la gliadina (un producto que resulta de la digestión del gluten), traspasa los enterocitos del intestino hasta llegar al lumen intestinal.
En este proceso se activan células y se producen compuestos que dañan enormemente los enterocitos del intestino. Además del daño sobre el intestino, también se pueden desencadenar importantes enfermedades asociadas a la celiaquía sin tratar. El diagnóstico de esta enfermedad incluye la búsqueda de inmunoglobulinas específicas contra las gliadinas o la biopsia intestinal.
¿Qué solución existe? Mantener una dieta estrictamente libre de gluten, que está presente en cereales como el trigo, cebada, centeno o derivados de los mismos.
Intolerancia alimentaria
Si bien en las alergias y en la celiaquía interviene el sistema inmune, las intolerancias alimentarias se caracterizan porque no interviene el sistema inmune en el desarrollo de la enfermedad. En las intolerancias, el cuerpo reacciona frente a sustancias químicas que contienen los alimentos por un mecanismo que, hoy por hoy, no se conoce. Las intolerancias se caracterizan porque dependen de la cantidad de sustancia tóxica ingerida y por aparecer desde horas hasta días después de la ingesta. Sus síntomas más frecuentes incluyen la irritabilidad del intestino, urticaria, dolores de cabeza o úlceras bucales.
Algunas de las sustancias tóxicas que provocan intolerancias alimentarias pueden ser productos químicos naturales (salicilatos, aminas, glutamato monosódico), aditivos alimentarios, productos lácteos o algunos cereales. Los síntomas pueden variar e incluso desaparecer, pero el individuo es susceptible de desarrollar nuevamente esta intolerancia en cualquier momento de su vida. Por ello, como prevención se recomienda no sobrepasar nunca el límite por encima del cual la sustancia resulta tóxica a un individuo.
En definitiva y a modo de resumen, la norma que determina que una reacción a un alimento se considere alérgica es la intervención del sistema inmune, mientras que en las intolerancias alimentarias no interviene el mismo.
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