VACUNAS QUE SE COMEN

VACUNAS QUE SE COMEN

Los alimentos que comemos nos aportan nutrientes, energía y más de una alegría. Pero… ¿y si además los utilizamos como vacunas?

Es posible que a muchos de vosotros este título apenas os suene novedoso, pues actualmente ya exiten las vacunas que se administran oralmente en forma de gotitas. Sin embargo, el tema del post de hoy no tiene que ver con estas vacunas, si no con la idea de que alimentos frecuentes en nuestra dieta diaria nos vayan a proteger frente a agentes infecciosos.




Seguramente, estaréis pensando en las grandes comodidades que pueden tener las vacunas comestibles, especialmente para los que tengáis pánico hacia las agujas. No obstante, la idea originaria para la creación de vacunas comestibles tuvo lugar como consecuencia de la sanidad deficiente en los países pobres en vías de desarrollo, donde es prácticamente imposible acceder a las vacunas esenciales para la supervivencia de los seres vivos. Como consecuencia de esto, se estima que un 20 % de los niños a nivel mundial no recibe vacunas frente a enfermedades mortales, lo que se traduce en 2 millones de muertes evitables cada año.

En la década de los 90, este problema llegó hasta las ponencias de la Organización Mundial de la Salud, que pidió que se investigara en vacunas baratas, orales y que no necesitaran conservación en frío. En una de estas charlas, estaba presente Charles Arntzen, el investigador que propuso las plantas que comemos diariamente como una vía para la administración de vacunas. Ya en aquella época se habían desarrollado plantas modificadas con genes de otros organismos para crear especies resistentes a plagas, a sequías etc. Basándose en estos famosos transgénicos, Arntzen pensó que también podrían introducirse en las plantas genes que produjeran la vacuna en los frutos y que, más tarde, pudieran ingerirse para obtener protección frente a enfermedades.

 

Plantas de tomate que producen vacunas (Instituto Boyce Thompson, Universidad de Cornell).

Han pasado varios años desde esta propuesta y son numerosos los grupos de investigación que están estudiando la posibilidad de administrar vacunas en plantas comestibles. Los resultados aparecen lentamente, pero son esperanzadores, y los científicos luchan por esta posibilidad que permitiría la plantación de estos cultivos en países subdesarrollados, con bajo coste y sencillo mantenimiento. Algunas de las plantas preferidas para este propósito son los tomates y los plátanos, especialmente estos últimos, ya que se comen crudos, gustan a los niños y se cultivan en muchas partes del mundo.

 

 

 

Plantas de plátano transgénicas para la producción de vacunas (Instituto Boyce Thompson).

 

Como todos los progresos científicos, el resultado final va a tener que esperar, pero son varios los que aventuran que esta estrategia de vacunas comestibles también podría ayudar a curar enfermedades autoinmunes como la diabetes tipo I, la artritis reumatoide o la esclerosis múltiple. Mientras tanto, los científicos siguen investigando en mejorar la productividad de los cultivos, conseguir mayor cantidad de vacuna en los frutos comestibles y luchando por mejorar la reputación de los transgénicos, que nuevamente muestran una aplicación más que considerable.




 

Bibliografía

William H.R.Langrigde. Edible Vaccines. Sci. Am. 2000, 283 (3), 66–71.

Lal, P.; Ramachandran, V. G.; Goyal, R.; Sharma, R. Edible Vaccines: Current Status and Future. Indian J. Med. Microbiol. 2007, 25 (2), 93–102.




 

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